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Fotografías: Cortesía Corporación Cultural Nuestra Gente

Una familia de artistas en un barrio como escenario

Hilda Helena Cañas Pino es la madre de Camilo, Sergio, Emanuel y Esteban. Ella es teatrera y artista plástica en formación. Ellos, dibujantes, fotógrafos, músicos y también teatreros. Una familia de artistas en Santa Cruz, una familia que vive el barrio desde la alegría transformadora de las artes, una familia irreverente y comunitaria, la familia Cañas.

Hilena, como le dicen sus amistades, nació en Medellín y creció en el barrio Santa Cruz. Entre sus recuerdos están los juegos en la loma y la subida a “la 40” (carrera 48), una calle llena de historias. Cuenta que desde que estaba en primero de primaria se sentía toda una artista cuando una de sus tareas era aprenderse poemas y lo que más disfrutaba era ponerse los vestidos que le hacía su abuela y declamar en público. También dramatizaba canciones y participaba en todos los actos cívicos. Quiso entrar a clases de danza y teatro pero su familia no estaba de acuerdo. “Para ellos eso no era bueno, las mujeres no podían hacer ese tipo de cosas”, menciona mientras su voz disminuye un poco.

Siendo aún muy joven quedó embarazada de su primer hijo, y aunque empezó a estudiar dibujo industrial, al casarse y empezar una vida de familia, el arte fue quedando a un lado, sin embargo su esencia artística sobresalía al inventarse artesanías para decorar su casa, para vender y encontrar en diferentes elementos inspiración para algo.

“Cuando fui madre no pensé que iban a ser artistas, no. Pero cuando mi hijo mayor tenía tres añitos sí empezamos a meterlo a clases en Comfama y se destacaba mucho en dibujo. Ya luego cuando él estaba en tercero me fui a vivir a La Milagrosa y en el colegio donde estaba los llevaban dos veces a la semana a clases a la Escuela Popular de Artistas y era muy talentoso, entonces yo empecé como a fomentarle eso, lo tuve en clases de pintura en la Débora Arango, también lo tuve en teatro y a medida que fueron naciendo y creciendo los otros, los fui metiendo a cosas de arte”, recuerda Hilda mientras empieza a buscar fotografías de sus hijos pequeños.

Pese a que la maternidad pareciera haber alejado el arte, fueron sus mismos hijos quienes la hicieron volver a él. Después de vivir en Envigado y Cartagena, regresaron a Santa Cruz y allí sus hijos menores conocieron la Corporación Cultural Nuestra Gente, en una comparsa quisieron hacer música y empezaron un proceso formativo. Al llevar a sus hijos, la invitaron a ser parte de uno de los grupos de teatro y aceptó

“Hacer teatro con mis hijos, es algo muy genial, uno se siente muy orgulloso, uno se siente como poderoso al ver que está a la par con sus hijos y que están llegando a la gente a través del arte juntos. Y no solamente eso, muchas veces al escribir mi hijo mayor me corrige los textos o mejora mis dibujos”

Sergio, uno de los mayores, se ha inclinado por el arte audiovisual y recuerda que su acercamiento al arte fue en preescolar, donde debía hacer una representación de un gusanito y le dijo a su mamá que tenía que ir disfrazado, hicieron el vestuario con costales y la profesora quedó impresionada porque no pensó que iban a esmerarse tanto. Luego empezó a contar chistes en los actos cívicos y ya cuando estaba en sexto entró a clases de teatro con sus hermanitos en Nuestra Gente.

Emmanuel se ha decidido por la música, hace parte de la chirimía El Sonar de los Tambores y se está especializando en percusión. “El arte ha cambiado demasiado mi vida ya que me ha abierto demasiadas puertas y me ha hecho conocer demasiadas personas espectaculares y talentosas. Lo bueno de tener una familia artística es que se pueden hacer proyectos en conjunto ya que la creatividad no tiene límites”.

La forma de habitar el barrio también se hace diferente. Para Sergio, por ejemplo, ser artista implica ver la cotidianidad desde diferentes puntos de vista. “A veces uno va pasando y ve un muro y piensa: este muro se puede intervenir, o a mí que me gusta más lo audiovisual, veo una situación entre vecinos y pienso: esto podría ser la escena de una película. El barrio se vuelve un gran escenario lleno de posibilidades que hay que explotar de alguna manera”.

Hilda, con su voz potente, crespos libres y sonrisa pícara reitera que al ser artistas, el barrio se vive desde la literatura, desde la juntanza para crear, para salir en una comparsa y llenar las calles de colores, de la magia de un personaje y la alegría de la música.

Por Lorena Tamayo Castro
Fotografías:
Cortesía Corporación Cultural Nuestra Gente

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