Estas son las palabras de William Estrada profesor de la Universidad de Antioquia y escritor del libro Somos comuna nororiental durante un conversatorio que convoca a la memoria de los barrios en la Comuna 2 – Santa Cruz.
Una receta sencilla, que tiene su origen en Persia siglos antes de cristo, fue empleada en Medellín por las mujeres para la recolección de recursos económicos y de esa misma forma, recoger los materiales para la construcción de lugares comunes para el barrio.
“En el barrio de nosotros, la acción comunal no tenía dinero para hacer nada, recogíamos las papas en las casas, daban de una a dos papitas. Ya la gente cocinaba la papa y el maíz para hacer las empanadas, las hacíamos los sábados y los domingos y todas se vendían, porque eran buenas”, cuenta Olga Vélez del Barrio Santa Cruz Parte Alta.
Pero no es posible hablar de la empanada sin hacer referencia a las mujeres y los convites, pareciera una araña que teje la seda para construir su telaraña. “La finalidad era construir, era recoger fondos, hacer la iglesia, hacer el centro de salud, hacer las escuelas, en fin, las empanadas tuvieron mucho que ver con el progreso del barrio, todos los barrios de Medellín, especialmente de las comunas como esta, fueron hechos a base de empanadas”, narra Rubiela Valencia habitante del barrio La Francia.
Para ese entonces a tan solo 5 centavos, hoy a $300, $500, $1.000 y hasta $2.000. La receta consiste en cocinar la papa, quitarle la cáscara, triturarla y mezclarla con el guiso; para la masa, se cocina el maíz, se muele, se amasa y se hacen las arepas con las que se cubre el relleno mencionado anteriormente. Esta es una de las formas tradicionales de hacer las empanadas. Años atrás no se empleaba la carne porque era muy costosa, hoy sí, hay quienes la prefieren de arroz y otros quienes en su osadía se atrevieron a combinar con el queso, tocineta, maicitos, entre otras exquisitas preparaciones.
Olga Vélez comenta que “es como un clavecita para que la gente se motive, que si hay empanadas, que si hay un chocolate, que si hay un sancocho, que hay unas muchachas bonitas haciendo las empanadas la gente se motiva más para ir a trabajar, pues a colaborar”.
Hombres y mujeres eran convocados a través del altoparlante en los Centros Cívicos, hoy Juntas de Acción Comunal. Así cada persona asumía una labor en esta cadena de trabajo mancomunado, los convites.
“La participación de nosotras las mujeres en los convites era organizarnos y hacer empanadas, hacer sancochos, invitar a toda la comunidad para lograr hacer lo que uno quería hacer, una carretera, la casa del amigo, la casa del vecino. La comunidad se organizaba más que todo los domingos que ya no estaban laborando en la calle, las empresas. Se organizaban desde muy temprano para ir a bajar material, para pegar adobes, para hacer lo que se tenía planeado”, describe Rubiela Valencia.
En la Comuna 2 – Santa Cruz existe una experiencia significativa en torno a los convites, Olga Vélez nos cuenta sobre la construcción de la Primera del Pueblo, hoy la Institución Educativa Barrio Santa Cruz: “hacíamos rifas, empanadas, a nosotros nos regalaron un lote para hacer la iglesia o el colegio. Hicimos un kiosko de latas para hacer las empanadas, de ahí ya la plata que íbamos recogiendo era para el centro cívico, era para guardar los materiales que nos iban regalando”.
Hace algunos años las empandas sirvieron para recolectar los recursos para construir las iglesias, las sedes sociales, los parques e incluso las calles. Hoy sirven como sustento económico para muchas familias de nuestra comuna, en compañía de las papas rellenas, butifarras y otra gran variedad de fritos, haciéndola común en las calles de nuestra comuna y el pasabocas favorito de muchas personas.