La pipa de la paz es un ritual empleado por las comunidades indígenas en América del Norte, una canción del grupo musical Aterciopelados y la primera oportunidad de paz en la Comuna 2 – Santa Cruz.
“En los 90, moverse en la ciudad de Medellín y en los barrios populares era difícil, eran toques de queda de la delincuencia silvestre, hacían el raponazo, se robaban los almuerzos, habían atracos. En los barrios se vivían un momento de angustia, de línea dura, de fuerza. Las milicias aparecieron en su primer momento como limpiadores asesinando a los delincuentes, asesinando al consumidor de drogas y luego se plantearon como alternativas de poder; entre ellas, Para el pueblo lo que es del pueblo o la del Valle de Aburrá. Medellín manejaba altos niveles estadísticos de homicidios. Finalizando los 80´s e iniciando los 90´s tuvo cifras 3.790 homicidios por año, una cifra muy alta, osea una ciudad inviable”, cuenta Cesar Mendoza sociólogo y habitante del barrio La Francia
Entre 1985 y 1995 eran comunes los enfrentamientos entre los grupos sicariales y los armados al servicio del narcotráfico en cabeza de Pablo Escobar, además de la presencia de la fuerza pública. Películas, libros y programas televisivos retrataron esta época histórica de nuestra ciudad, lo que agudizó el problema, en tanto las personas que habitaron los territorios padecían la violencia, la estigmatización regional y nacional.
Jorge Crespo habitante del barrio Villa del Socorro y participante de los grupos sociales que hicieron gestión para encontrar la paz, relata: “logramos establecer una tercera reunión luego de 3 meses de tranquilidad de paz, nos sentamos alrededor de 90 o 91 muchachos, todos ellos armados, lo único que evitaba que hubiera enfrentamiento armado era la creencia y la convicción, nosotros estábamos encontrando alternativas y buscando esas oportunidades que estaban pidiendo a través del uso de las armas. Logramos entonces una reunión. Y como hecho simbólico es que ellos mismos se consiguieron una bolsota de marihuana, en la que ellos hicieron lo que llamaron ´la pipa de la paz´, que era grandota y parecía una barilla”.
Además argumenta: “interesante y bonito cuando todos ellos se pasaban la marihuana para darle la fumada, eso significaba la primera oportunidad de relacionarlos, la primera oportunidad de comunicación de piel, una oportunidad de comunicaciones, con la cual logramos consolidar entonces la posibilidad de hacerles la fiesta de conmemoración pública, que básicamente funcionó como un establecimiento de acuerdo con la presencia de la población”.
La propuesta consistió en abrir espacios para el deporte y la cultura en esos mismos lugares en donde los jóvenes se encontraban para realizar actos violentos. Esto fue posible con la voluntad y vocación de servicio de las personas que estuvieron en medio de la negociación, además del apoyo de la Consejería Presidencial de Medellín, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, La Visitación y otra serie de instituciones. A demás, la posibilidad de creación de las cooperativas de vigilancia del barrio como Coosercom.
Estos enfrentamientos urbanos que tenían lugar en los barrios populares arrasaron con la vida de hombres jóvenes que hicieron parte del conflicto. En diferentes escenarios de participación líderes advierten que este periodo dejó la ciudad con una generación perdida;al respecto Cesar Mendoza advierte “yo no creo en llamar una generación perdida, porque los jóvenes tuvieron propuestas distintas y seductoras, sobretodo en los barrios populares por parte de los grupos ilegales, por parte del narcotráfico… Porque el joven es más osado, el joven es más arriesgado, el joven no mide las consecuencias y los jóvenes se le apuntaban a todas estas funciones suicidas, no hablemos del dinero fácil porque eso es mentira, sino el dinero riesgoso porque era poner mi vida, empeñaba mi vida, la ponía como prenda a cambio del dinero, de una moto… Pero también hubo los jóvenes como productores de propuestas alternativas, no solamente al servicio de una banda, de un sicario, sino el joven al servicio de las transformaciones sociales”.
En los años 90 en las Comuna 1, 2, 3 y 4, que para ese entonces era la Comuna Nororiental, tienen nacimiento una serie de propuestas organizativas, artísticas y culturales, como una respuesta alternativa al enfrentamiento armado de la zona. Entre ellas, Convivamos, Nuestra Gente y Semillas de Esperanza.