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Fotografía Valentina Montoya

Retos de la corresponsabilidad doméstica

En muchos espacios, incluido este, se ha hablado de la corresponsabilidad doméstica y su importancia en la agenda para la equidad. Sin embargo, no siempre es fácil lograrla y a menudo quienes intentan ser más corresponsables se topan con respuestas como: “Si no lo va a hacer bien no lo haga”, “Deje eso así que usted no hace las cosas como a mí me gustan”, “Deje que yo cocino que a usted le queda muy maluco”, entre otros muchos repertorios. 

¿Por qué será que a veces quienes más afectadas nos vemos por la falta de corresponsabilidad parecemos resistirnos a hacerla posible? ¿Enfrentamos acaso un perfeccionismo terco frente al cual solo hay una manera de hacer las cosas “bien”? o ¿Se trata de un temor a perder los espacios donde históricamente hemos ejercido nuestro poder con mayor seguridad? Lo cierto es que los cambios a veces son difíciles y lentos, nos implican cuestionar la visión del mundo que nos ha acompañado de formas que ni sospechamos. 

A veces se nos escapan expresiones como “los hombres en la cocina huelen a rila de gallina” o rechazamos su participación porque abiertamente consideramos que “no hacen bien las cosas de la casa”, y puede que en más de una ocasión esto sea cierto. Pero nuestra experticia como mujeres no viene dada de un gen de la feminidad ni mucho menos, sino más bien de los años de práctica que iniciaron desde el juego infantil: la cocinita, la mamacita, la escuelita … siempre en diminutivo como si intuyéramos la necesidad de disimular que son entrenamientos para la vida de cuidados y trabajo doméstico que se espera que asumamos como mujeres.  

En contraste, la mayoría de los hombres jugaron a otras cosas ¿Cómo van a equipararse nuestras experiencias? Él me lleva ventaja a la hora de entender algunos deportes como el fútbol, y mis casi 10 años de práctica cambiando pañales a mi muñeca me ponen en ventaja frente a las habilidades de mi compañero en la misma labor. ¿Pero es esa una razón suficiente para asumir sola esa tarea? ¿Prefiero una ejecución perfecta desde el primer intento aunque implique para mí cansancio y limitaciones en el uso del tiempo? o ¿Puedo aceptar la imperfección de un proceso de aprendizaje que me permite descansar y sentir que comparto con alguien más la responsabilidad?

Haciendo a un lado el perfeccionismo, otra variable emerge: aunque hemos conquistado como mujeres nuevos espacios en el ámbito de lo público, estos están  en permanente disputa. Salimos solas, mas enfrentamos el acoso callejero; trabajamos en grandes empresas pero nos aguantamos jefes que nos traten como si fuéramos niñas; logramos grandes victorias en artes y deportes, pero siguen comentando nuestra apariencia física… podríamos continuar con muchos ejemplos más.  

En contraste, somos “las reinas del hogar”, muchas veces tiranas, cansadas y reconocidas por nuestra cantaleta (canto-letal) que reclama el acompañamiento que no estamos dispuestas a recibir. ¿Por qué no estamos dispuestas?¿Será acaso que tememos perder los espacios que hemos sentido más seguros? Esos espacios a los que hemos sido relegadas, que nos han dicho que son nuestros por naturaleza, como la cocina por ejemplo, espacios donde no se cuestiona nuestra presencia. 

En la búsqueda de corresponsabilidad es importante que hagamos conciencia de las múltiples maneras en que somos importante y ejercemos poder, los cuidados que merecemos y las formas en que nuestros hogares pueden ser espacios más democráticos sin que implique que dejemos de sentirnos Reinas en la casa y en la calle. Muchas conquistas implican a su vez aparentes renuncias, y a menudo cuando converso el tema con señoras, con amigas, con mi madre… planteo la misma pregunta, ¿Estamos dispuestas a renunciar a la equidad en la búsqueda de una casa perfecta? 

Por Alejandra Escobar

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Este proyecto es ganador de la convocatoria “Territorios que Inspiran 2024
Alcaldía de Medellín – Distrito de Ciencia Tecnología e Innovación

 

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