Mi Comuna Dos Periódico Comunitario
¿Qué le digo a esta mujer? Me está insistiendo que le diga a usted que le de una cita rápido. Por qué no mirás la libreta a ver qué día hay disponible, porque yo no sé qué decirle. Con los ojos puestos en el celular y un notorio gesto de desconcierto en el rostro, Stiven le habla a Liliana, su esposa. Ella, al escucharlo sonríe, suelta el pie de la mujer a la que le está maquillando las uñas, alcanza su libreta, al revisarla dice en voz alta: “puede venir el viernes en el turno de las seis de la mañana”.
– ¿En cuatro días? – Sí, todo está copado. Es lo más cercano que le puedo dar.
Los servicios del spa de uñas que Liliana Londoño tiene en su casa, en el barrio La Francia, son tan solicitados que algunas mujeres recurren a su esposo para intentar obtener una cita o adelantar la que ella ya les ha asignado, debido a que dependiendo de la temporada del año sus clientas deben esperar de tres a ocho días para ser atendidas. Según Katherine Escobar, una de sus clientas más frecuentes, su éxito radica en la calidad de su servicio, la creatividad de sus diseños y la capacidad de crear un entorno de confianza y cercanía donde se pueden contar las actividades cotidianas. “Adicional de arreglarme las uñas vengo a hablar con ella, Lili conoce mi historia de vida”. Expresa Katherine.
Con el nacimiento de su segunda hija, Saian, los costos del hogar aumentaron, ya no solo eran las necesidades de tres personas: Stiven, su hijo Matías y ella; la nueva bebé necesitaba tratamientos y medicinas especiales porque nació prematura, y el presupuesto familiar dejó de ser suficiente. La situación la impulsó a buscar una actividad que le generará ingresos para cubrir necesidades presentes y esporádicas. Con ayuda de su hermana Diana, quien la impulsó y le regaló la primera maleta llena de esmaltes, empezó a maquillarle las uñas familiares, el dinero empezó a llegar; al poco tiempo iniciaron los domicilios y el incremento de la clientela. Poco a poco fue recogiendo el dinero suficiente para comprar algunos elementos que le permitieron instalar los servicios de spa de uñas en su casa, su madre, que era quien le ayudaba con el cuidado de los niños ya no podía asumir la tarea, así que combinar las labores domésticas con sus actividades laborales fue la mejor solución que encontró.
El negocio y el hogar
Liliana se levanta faltando 10 minutos para las cinco de la mañana, tiende la cama, pone a lavar la ropa de toda la familia, trapea toda la casa, limpia el spa, se baña, se viste y a las 6:00 en punto de la mañana recibe a la primera clienta. A las 10: 00 a.m. con cuatro clientas atendidas para lo laboral para descansar, aunque en realidad lo que hace es preparar el desayuno para los niños y les ayuda con lo que necesitan antes de ir al colegio. A las 12:00 p.m. una nueva clienta llega al spa, así, entre clienta y clienta llegan las 3:00 p.m. momento en que vuelve para almorzar y hacer parte de los preparativos para la comida de la noche. A las 4:00 p.m. regresa Stiven de su jornada laboral, en adelante es quien asume parte de las tareas del hogar: prepara su almuerzo, termina de preparar los alimentos para la comida de toda la familia, recoge los niño en el colegio y les acompaña hasta que Liliana termina la agenda del día, que por lo general se extiende hasta las 6:30 p.m., bueno, en concreto termina la atención a las clientas, porque al interior del hogar sigue una jornada adicional que consiste en limpiar los instrumentos del spa, ayudar con tareas escolares, doblar la ropa lavada y acostar los hijos a dormir. A las 11:00 de la noche se acuesta a descansar. Al otro día esta rutina vuelve a empezar.
¿Hay algún momento para descansar?
En teoría los domingos son para descansar, ese día no hay agenda de clientas ni uñas para maquillar, las actividades en casa se concentran en ver alguna película o tener un ratico en calma para pensar, “Pensar y que nadie escuche mi pensamiento, porque en la semana no tengo ni tiempo para pensar, no me queda tiempo de nada, parezco un robot”. Dice, mientras suspira. Aunque la verdad, antes de ese descanso debe encargarse de las tareas domésticas y la atención de quienes integran el hogar.
Autonomía económica y toma de decisiones
Liliana ama lo que hace, reconoce que desde pequeña es buena para lo manual, para crear, para generar felicidad en quienes confían en ella para maquillar y embellecer sus manos. Al tiempo reconoce que su negocio le quita mucho tiempo, que es muy desgastante y exigente, eso es lo que menos le gusta de él. En contraste los recursos económicos que recibe le dan seguridad, empoderamiento y la posibilidad de creer en ella, en sus habilidades y en la idea que puede hacerlo todo sola, incluso de ser necesario, asumir la economía de su hogar, aunque esto no sea necesario porque por fortuna tiene un compañero que junto a ella asumen el funcionamiento del hogar. “Mi negocio me permite tomar decisiones, decir que si quiero algo lo puedo comprar o puedo trabajar para
Por Marcela Londoño Ríos
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