Hay días en la UVA El Encanto, en la comuna 6 de Medellín, en que de repente suena un bullerengue. Por toda la plazoleta o en uno de los salones, el alma del Caribe colombiano llega de visita al barrio Santander y retumba en forma de percusión.
Juan Carlos Lyons, director de la Corporación Golpe, Son y Tambó, es el responsable, junto a 40 niños y jóvenes de esa zona, de que los sonidos ancestrales del Caribe resuenen allí con fuerza. El líder cultural también cuenta que la UVA (Unidad de Vida Articulada) ha sido “una maravilla” para la comunidad, porque les ha permitido tener una sede que sirve como lugar de encuentro y de integración con los vecinos.
Ser un lugar de encuentro es, precisamente, uno de los propósitos con los que nacieron las UVA en 2014. Las dos primeras en abrir sus puertas fueron La Esperanza, en el barrio San Pablo de la comuna 1, y Los Sueños, también en el oriente de Medellín, pero en el barrio Versalles 1 de Manrique, comuna 3.
Según explica Isabel Cristina Vergara, coordinadora de las UVA en la Fundación EPM, la idea fue rescatar esas áreas donde había tanques de agua que históricamente representaban focos de inseguridad y llenarlas de luz, color, zonas verdes y tecnología. Actualmente hay 18 espacios de este tipo en el área metropolitana: 14 a cargo de la Fundación EPM y cuatro más, recreativas, a cargo del Inder.
«El lema es quitar la cerca para estar más cerca. Ahora enfocamos todos los procesos de formación en educación para el desarrollo sostenible y tenemos componentes diversos con procesos de emprendimiento y consumo sostenible, y todo un campo social que incluye alfabetización digital”, cuenta Vergara.
Biblioteca de EPM: un oasis en el Centro
A mediados de la década del 2000, un moderno edificio se instaló en uno de los lugares más representativos y caóticos de la comuna 10: el recién inaugurado Parque de las Luces, donde antes estaba la Plaza de Cisneros.
Andrés Felipe Corrales, coordinador de la biblioteca, ha estado presente desde diferentes roles en los 16 años de historia de este espacio que fue pensado como una pirámide de conocimiento e inaugurado el 8 de junio del 2005.
“A pesar de llevar tantos años en el sector es curioso que aún nos encontremos con gente que piensa que la entrada a la biblioteca es pagando, porque asumen que un lugar tan bonito y en tan buen estado no puede ser gratis”, cuenta mientras destaca que el edificio se ha convertido en una especie de entorno protector para algunas comunidades vulnerables.
Además de los espacios dedicados a exposiciones de arte, salas de cómputo y eventos culturales, la biblioteca cuenta con una colección especializada en temas empresariales, de tecnología y de medio ambiente que antes estaban guardados en el Edificio Inteligente. La apuesta fue abrir esa bibliografía a la ciudad y cohabitar un espacio que por muchos años sufrió el deterioro urbanístico.
Ferney Muñoz, de 32 años, vive en Castilla y era uno de los 1500 usuarios que en promedio tenía la biblioteca cada día antes de la pandemia. Hoy opera con el 30 % del aforo. De dicho espacio destaca la calma que transmite, que le permite alejarse del ruido del Centro y que la programación de cursos es gratuita y muy variada. “Voy desde hace como cinco años y antes no entraba porque pensaba que no era abierto al público, pero la verdad vale la pena conocer un espacio como este”, dice.
Como las UVA y la biblioteca, hay parques, espacios recreativos y diferentes huellas urbanísticas que ha dejado la presencia de EPM en sus 66 años de historia. Más que cemento son puntos de encuentro y una retribución a las comunidades que le dan sentido a una empresa 100% pública.