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Parroquia San Martin de Porres desde la cancha de arenilla de Villa del Socorro. La fotografía fue publicada en el Facebook de la Parroquia y su propietario es Octavio Gaviria.

Sesenta años cumplió la Parroquia San Martín de Porres de Villa del Socorro

¡Cómo les parece pues! La parroquia San Martín de Porres del barrio Villa del Socorro el pasado mes de agosto de 2023 cumplió años, pues ya son sesenta años. El 24 de agosto de 1963 el arzobispo de aquel entonces, monseñor Tulio Botero Salazar erigió el templo del barrio Villa del Socorro como parroquia y bajo el patronato del santo peruano San Martín de Porres.

Miremos un poco de historia…

En el libro Medellín Rojo escrito por Óscar Calvo y Mayra Parra se relata que “a principios del siglo XX, los terrenos pendientes del nororiente del centro histórico de Medellín estaban en manos de grandes propietarios, estos vendieron terrenos para la construcción de barrios como Campo Valdez, Berlín y Aranjuez. Con la llegada de una nueva oleada de inmigrantes, procedentes sobre todo de la región del suroeste antioqueño, que venían atraídos por las mejores condiciones que ofrecía la ciudad o huyendo de la violencia del campo se aceleró el poblamiento en las laderas”. Por tanto, en esa Medellín de los finales de la década de los años cincuenta muchos de esos inmigrantes no tenían los suficientes recursos, construían sus viviendas con el material más asequible y para el municipio estos asentamientos eran ilegales o incluso los llegaron a considerar “piratas”.

Estos migrantes que poblaron nuestra ciudad, buscaron la manera de sobrevivir construyendo unas viviendas modestas y con el material más asequible, pues como hemos aclarado no todos tenía los suficientes recursos. Fue así como llamaron aquellas casas “tugurios” que por su aspecto en cuanto al material se consideraba un modo de vivir no muy digno. “Sin embargo, la acción del Estado también incentivó de manera directa estas invasiones en lo que hoy conocemos como el Popular y Santo Domingo Savio, zona de mayor asentamiento. Desde 1956, la municipalidad había acordado construir Casitas de la Providencia, una fundación de derecho privado -dotada de presupuesto público, pero administrada con participación de la iglesia, los gremios de la industria y la construcción- con el objetivo de erradicar los tugurios y dar vivienda a aquellas personas de escasos recursos o para las clases pobres de la ciudad” narran los autores en el libro Medellín Rojo.

Fue así como la fundación casitas de la providencia construye en la zona nororiental de Medellín una urbanización de casas, sencillas y con un bajo costo, formando el barrio Villa del Socorro, donde no solo consistió en construir casas de interés social sino reubicar aquellas personas de los tugurios que aun proliferaban en aquel entonces.

Una iglesita…

La iglesia a lo largo de la historia ha hecho parte del patrimonio que como seres humanos poseemos, no entraremos en el detalle de papel que la iglesia ejerce desde su fundación por la Persona de Jesús, sino que propondremos su papel en nuestro barrio que, durante sesenta años labrado con los lideres espirituales que allí han llegado.

El Padre Vicente Mejía fue un sacerdote bastante recordado, pues hizo parte de la finalización del proyecto parroquial que inició la fundación casitas de la providencia, en el corazón del barrio donde hoy vemos la Casa de Justicia, el centro de salud, el Telecentro, la estación de policía y la escuela. Una figura que realmente puso en práctica sus características de líder espiritual fue nombrado primer párroco el 24 de agosto de 1963 por decreto del arzobispo de Medellín de aquel entonces Monseñor Tulio Botero Salazar y llegó a nuestro barrio no solo a administrar los sacramentos en la vida de las personas sino a mostrar con su vida y con hechos concretos los valores que propone el evangelio como una apuesta por el pobre y la dignificación del ser humano.

Luego del padre Vicente llegó el padre Macario Botero, quien construyó la casa cural al frente del templo, donde hoy están los salones de alquiler para eventos, pero más tarde hacia el año 1965 llega un sacerdote muy entregado y humilde, sabio y deportista, el padre Gonzalo Rivera, quien con su carisma terminaba la misa de doce los domingos y se quitaba la sotana para salir a jugar con los muchachos del barrio, hoy desconocemos que la cancha fue promovida por él, este hombre más tarde se convertiría en obispo (1997) y sería obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Medellín por varios años.

Cada sacerdote entonces iba poniendo su grano de arena, todos muy diferentes pero cada uno con un solo propósito, en términos teológicos “la salvación de las almas” por eso hicieron de nuestro templo parroquial un espacio de comunidad, pues todos tenemos que ver con la parroquia. A pesar de la desidia por lo sagrado que estamos atravesando en estos tiempos, muchas personas siguen participando de las celebraciones en la parroquia hoy.

Nuestro barrio, como bien sabemos atravesó una fuerte ola de violencia a finales de la década de los ochenta y toda la década de los noventa y el templo es testigo de cuantas personas dio su último adiós en la misa, pero también la mayoría fuimos bautizados allí o tal vez confirmados y ni que hablar de la primera comunión. El despacho de la parroquia conserva todas estas historias plasmadas en los libros que desde 1963 preservan nuestros datos.

¿Qué implicaciones tiene cumplir 60 años?

Implica que nuestro barrio Villa del Socorro se una a la alegría de cumplir 60 años porque el templo parroquial nos recuerda no solo la comunión con Dios, sino la comunión con mi hermano. Esto debe implicarnos fomentar la paz, la reconciliación, la erradicación del individualismo, la abolición del egoísmo y propagar el amor en medio de tantas divisiones que a lo largo de nuestra vida podemos experimentar.

Esta experiencia de cumplir sesenta años involucra la vida de las personas ya que, de nuestra parroquia han salido varios sacerdotes, pero también lideres sociales, algunos que ante alguna necesidad han recurrido al templo y han encontrado soluciones interiores y exteriores.

Supone también pedir perdón a la comunidad por los errores que en sesenta años se pudieron cometer y que, seguramente también dejaron heridas algunas personas. Como bien sabemos, los seres humanos por nuestra naturaleza finita, caduca y limitada tiende al error, aunque esto no lo justifica, al contrario, nos hace reaccionar y emprender nuevas rutas que nos permita reconstruirnos y formar lo que hace falta para ser una iglesia.

Cumplir sesenta años le dice a la comunidad: tenemos una historia que valorar, un legado que cultivar y un pasado que conocer, es momento de formar comunidad, pero desde el corazón. El corazón es un órgano que alberga muchos sentimientos y quizá estamos siendo llamados a purificarlo, sacar de ese órgano los que nos está intoxicando, cosas como la indiferencia, la frivolidad, la falta de interés por conocer al otro, el concentrarnos tanto en nuestro propio mundo, que nos olvidamos que el otro es instrumento para edificarme, pues en el otro también logro conocerme.

¡Ey vos y yo somos comunidad! No eres ajeno, no sos un extraño, haces parte de este patrimonio, algo tienes para aportar y decir, pertenezco a la parroquia San Martín de Porres, la cual, me ha visto crecer, pero también soy testigo del lugar espiritual al que puedo acceder y he visto progresar. Felicidades parroquia, que sean muchos años más experimentando El reino de Dios, construyendo comunidad  y celebrando la fe.

Colaboradores Parroquia San Martín de Porres


Por Sebastián Marín

Seminarista de la Parroquia San Martín de Porres.

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