“La ciudad es un espacio colectivo culturalmente rico y diversificado que pertenece a todos sus habitantes.”
Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad
Tenemos un bien colectivo, un bien común que muchos de nuestros abuelos, padres, madres y vecinos han forjado con sus propias manos: LA CIUDAD. Estas, en Latinoamérica, y no menos Medellín, han sido construidas en mayor parte por la gente en convites y con la necesidad de tener un lugar para habitar.
Esto hecho ha influenciado nuestra forma de relacionarnos con el barrio, en comparación con otras comunas de la ciudad no es simplemente un lugar donde está ubicada la vivienda, el barrio para nosotros es la posibilidad de hacer amigos, de encontrar personas que nos brinden apoyo, el tendero que comprende y nos fía y la vecina que cuida amablemente los hijos.
Esto parte en que nos hemos reconocido como comunidad, emprendiendo acciones conjuntas como la misma construcción de los equipamientos necesarios para nuestra vida. Así lo vivimos en Santa Cruz Parte Alta cuando la gente se unió y construyó la escuela comúnmente conocida como “La Primera del Pueblo”.
Gracias a nuestras lógicas y esfuerzos existen otros espacios en la comuna como canchas, iglesias y sedes sociales, pues el estado tenía una leve presencia y no estábamos en los planes de la ciudad.
En la Comuna, muchos habitantes, sobre todo los que están en las partes bajas, sienten en estos momentos angustia y preocupación, pues no saben a ciencia cierta qué sucederá en los próximos años con sus viviendas y el barrio; inquietudes que el Departamento Administrativo de Planeación no ha solucionado de forma asertiva, por ejemplo el día de la socialización de los planes parciales en Plaza Mayor, donde la masiva asistencia desbordó la poca logística preparada, los asistentes regresaron a sus casas con más preguntas que respuestas.
La inquietud más común se puede agrupar en: ¿si yo construí mi casa y con mis vecinos las calles, por qué otros están planeando cosas por acá sin tenernos en cuenta?
Desde nuestra forma de habitar los territorios, reconocemos y nos identificamos con nuestro hogar, pues este más que cuatro paredes tiene un sinfín de significados, nuestras casas son herencias de historias y son también nuestros patrimonios individuales. Además el entorno es fundamental, con los vecinos compartimos memoria colectiva y convergemos en posibilidades de cambio cogestionados.
El Derecho a la Ciudad, según el geógrafo y teórico social británico David Harvey es “el derecho de hacer la ciudad de la manera que queremos/deseamos (…) Entonces el Derecho a la Ciudad es el derecho de todos debatir el tipo de ciudad de sus sueños”.
Así pues, hacer uso de este derecho no es solo caminar y disfrutar los espacios públicos, es hacer parte de las decisiones que definen el futuro de los territorios exigiendo que estas no sean tomadas por una élite económica usando a funcionarios que no caminan los barrios sino que planean desde el escritorio.
¿Consultaron con los habitantes de El Sinaí y Las Vegas si quieren ser desplazados para darle paso a una vía o a un parque? ¿Se dirigieron previamente a los propietarios y residentes de los barrios Santa Cruz, La Rosa, Villa Niza, Andalucía, La Francia, La Frontera y El Playón para preguntarles si querían que su territorio fuera declarado como Zona de Renovación Urbana? ¿Les preguntaron a ellos cómo se imaginan el desarrollo de sus barrios?
El modelo de ciudad no puede depender de los deseos e intereses de la administración de turno aliada con los poderes económicos, de igual forma, no pueden ver nuestros territorios como generadores de lucro y así especular con ellos: como comunidad queremos habitar con nuestros sueños.