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Convite huertero en la Huerta Infantil Primera Línea

Desde las 9:00 a.m, por la cuadra del barrio La Rosa donde hay un mural que dice “Cuida tu entorno”, los niños y las niñas están jugando y esperando a que empiece el convite huertero.

Doña Lorena Liberti, líder de la huerta, reúne a todos los niños y niñas. Dice que la actividad es para que aprendamos de dónde viene lo que comemos y el trabajo que tienen los campesinos y campesinas para cultivar.

Llegan de repente tres mujeres de fuego. Mayoras de Carpinelo II que quisieron sumarse. La idea es que con este convite huertero acompañado de un sancocho comunitario se vuelva a activar la Huerta Infantil Primera Línea.

—Nosotros ponemos la carne del sancocho pero la idea es que ustedes donen un tomate, una papa, un plátano o cualquier cosa. Vayan a sus casas a pedirle a la mamá o a la abuela, explicándoles que en la huerta vamos a hacer un sancocho comunitario.

Se divide el trabajo entre quienes van a estar en la huerta y quienes van a estar cocinando. Cada vez que llegan personas y que dan los ingredientes de la comitiva, todos y todas aplaudimos.

En la huerta toca desyerbar, cazar caracoles africanos que hay por montones, limpiar la basura y organizar las plantas y los cajones donde están las cosechas. En el sancocho: pelar, cortar, prender el fogón, revolver.

Los niños y las niñas fueron quienes escogieron el nombre de Huerta Infantil Primera Línea, porque se consideran la primera línea en la defensa de la tierra y el agua. Son los primeros y primeras en cuidar el ambiente, en sembrar y en llegar a la casa con las manos sucias. Esta huerta fue iniciativa de Chepe, líder comunitario del barrio. Él creó un semillero infantil ambiental como estrategia preventiva de drogas, por la preocupación que le generó ver que en el barrio “algunos adultos le estaban diciendo a los niños ‘vaya cómpreme, vaya tráigame’”, agrega Doña Lorena.

También es una forma de juntar a niños y niñas con jóvenes que les enseñan “sobre la protección de la tierra, el cuidado de los recursos naturales, a convivir entre ellos mismos” comenta Yenny Villegas, una de las líderes.

La comunidad recuperó este terreno porque antes se tiraban escombros allí, y lo cercaron con una malla. Desde allí se ve la quebrada que separa a las comunas 2 y 4, que pasa por el lado y que es acompañada por una inmensa vegetación.

La huerta es un espacio de juntanza mediante el cual se les enseña a los niños y las niñas a tramitar todas las diferencias mediante el diálogo. “Ahí trabajamos mucho lo que es el relacionamiento, la resolución de conflictos, porque ya hemos tenido dificultades con los adultos por problemas entre los niños que son normales en los juegos pero donde los adultos ven en la agresión una posibilidad de solución”, cuenta doña Lorena.

Las mujeres que bajaron de Carpinelo II participan activamente. Maria Elena Acevedo aporta en la huerta y le gusta porque “aprende uno mucho más sobre cómo se siembra, cómo se cultivan las plantas que uno se come”. Patricia Gonzales y Ana Delfa Alcaraz, que hacen parte de la cocinada del sancocho les gusta participar en estas actividades porque ven a los vecinos que, quizás, no se hablan, unidos en un mismo espacio.

Aunque una de las dificultades ha sido la falta de herramientas, el año pasado la huerta fue priorizada por el Presupuesto Participativo con 95 millones. Hicieron dos cajones con madera inmunizada y les dieron plántulas de tomates, aromáticas, hierbas medicinales. Justo antes de servir el sancocho, los niños y niñas están jugando en una pista jabonosa improvisada.

Papa, plátano, yuca, pollo, morrillo, caldo, ensalada, arroz. La jornada termina con los estómagos llenos y la huerta cuidada.

Por Simón Zapata Alzate
Fotografías Arbey Gómez: @Gomezarbey / @Tricilab

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