Si me matan, cuando me encuentren, que digan siempre, que digan siempre que fui cantora viviendo sueños, que como todas crecí con miedo.
(Silvana Estrada, México)
Ser mujer: En las noticias cifras, en la casa silencios, en el trabajo inseguridades, en la calle miedo. ¡Siéntese bien! ¡Vístase decente! ¡Evítese problemas y no diga nada que calladita se ve más bonita! ¡La va a dejar el tren, se va a quedar beata!
Históricamente muchas mujeres han levantado su voz, sus cuerpos cansados y heridos, su fuerza y su dolor para buscar a las desaparecidas, para denunciar agresiones, para seguir caminando después de ser violadas, para mirar fijamente a quien las quebrantó, para acompañar y educar a sus hijas e hijos, para unirse con otras y buscar realidades más justas, derechos, garantías, seguridad, tranquilidad, vida.
Abuso callejero, violencia intrafamiliar, abuso verbal, violencia física, violación, desigualdad laboral, embarazos no deseados, talentos silenciados o robados a nombre de otros, feminicidios, son algunas de las violencias que cada 25 de noviembre se nombran en un grito masivo por las calles para que sean eliminadas de la sociedad, para que dejen de ser cotidianidad, para que no se normalicen, para incomodar y exigir la vida con todo lo que abarca vivir: seguras en todos los entornos, libres para decidir, con estabilidad laboral y emocional. Un día para decir que si bien queremos un mundo distinto, sabemos que se va a tardar el cambio y que hasta el último respiro lo perseguiremos, que la lucha no descansa y que como Silvana Estrada lo canta desde México “yo seré semilla para las que vienen, que ya nadie nos calla, nada nos contiene”.
Quítame esa mirada de cerdo sediento tras mis espaldas que cuando me canso del mundo no quiero saberte queriéndome comer
(La Muchacha, Colombia)
https://www.youtube.com/watch?v=BHSY-7Rykl4
A mis 11 años empecé a sentirme extraña en la calle cuando salí con mi pijama azúl a comprar para el desayuno y un hombre se quedó mirando mi pecho con risa y dijo: “Ya se le empieza a notar”. Luego cuando ya tenía 14, iba caminando cuando alguien me tomó de la mano y me dijo “esas piernas tan ricas en esa faldita mi amor, así yo me caso” y cuando conté en mi casa me respondieron: “ es que yo no sé usted por qué es feliz con esas cosas corticas”. A mis 16 un amigo de mi papá me incomodaba con su mirada y me susurraba cosas sexuales cuando tenía oportunidad, le conté a mi papá y él dijo: No le pare bolas que él no es normal. Y así podría escribir todo un listado de incomodidades, temores, pasos y latidos acelerados.
Los 25 de noviembre son para decir ¡que ninguna más pase por ello! que las comisarías de familia no permanezcan colapsadas con denuncios, que la fiscalía no tarde años en responder una demanda, que las mujeres campesinas no sientan que les toca aguantar porque no tienen cómo viajar a las grandes ciudades para hacer trámites legales para su seguridad. Es un día para conmemorar a quienes han logrado cambios, a quienes siguen con su carga pesada y su dolor en los ojos, para caminar juntas, para abrazar, para gritar.
Que quede la esperanza y el azul del cielo, mirarnos a la cara ¡hermana yo te quiero!
(Silvana Estrada)
Una de mis mejores amigas es víctima de violación, una prima es golpeada por su esposo, mi mamá nunca expresa lo que siente porque aprendió que “era mejor estar callada”, mi abuela no cumplió sus sueños porque “lo primero era ser ama de casa” a mi prima le preocupa que después de 2 años de casada aún no tiene su primer hijo y “el matrimonio de ello se compone”. El 25 de noviembre también es para plantear la importancia de desaprender estos discursos, abrazar nuestro pasado pero proponernos presentes distintos y elegir entre las múltiples opciones que tiene el vivir, no condicionarnos.
Con voz de mujer lo exigimos, con fuerza de mujer lo caminamos, con delicadeza de mujer nos abrazamos para apoyarnos y con piernas de mujer seguimos en pie.
Aprendiendo a tocar cada uno de mis rincones sé que voy a encontrar toda cura pa’ mis dolores.No estoy haciendo mal por ser fuerte como cascada. A mi feminidad la acaricio cada mañana.
(Alaíde, México)