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Parchar con parlache ¿un lenguaje para quién?

Chichipato, mamolas, buñuelo, papeleta, chirrete, polla, biblia, severo, haragan, breve, caleta… son algunas de las palabras que se escuchan en Medellín, ¿se ha sentado a pensar sobre nuestro lenguaje? 

Cuando José se encuentra con sus amigos en la conversa, no faltan las palabras parcero, nea, bacán, sisas; Laura le dice a su amiga chacha y de vez en cuando usa la palabra visajosa. En la calle se escuchan a diario expresiones propias de la región, y de la ciudad que dejan desenterado a cualquier visitante. Actualmente en cada esquina de los barrios de Medellín se habla en una forma muy particular, a esas expresiones cotidianas que varían el lenguaje se les ha denominado como parlache.

El parlache es un lenguaje popular que nació en los años 80 como forma de expresión entre los jóvenes precarizados de la ciudad. Su contexto de creación y popularidad está relacionado con la guerra urbana y la crisis de violencia, que generó nuevas formas de expresión del riesgo, de la vida urbana y las relaciones con las personas y el barrio. En otras palabras, el parlache enunció la cotidianidad y nombró de manera creativa lo que era importante enunciar para los jóvenes de Medellín, que parlaban entre amigos y galladas. Esta variación del lenguaje generó el descontento de quienes interpretaron el parlache como una degradación, de ahí su estigmatización que sobrevive actualmente.

Pero las jergas y las variaciones del lenguaje han estado presentes incluso desde generaciones atrás. Por ejemplo, para muchos “hacer el oficio” no toma el sentido como para quienes crecieron escuchando tal expresión y un desentendido nunca se le ocurriría que “hacer el oficio” es asear y limpiar la casa.  

El lenguaje es móvil y cambiante, si bien el parlache es una variación de uso común entre los jóvenes, circula de manera generalizada en las poblaciones etarias de Medellín, hace parte de las expresiones culturales del territorio.  Aunque para muchos y muchas el parlache no está en su repertorio diario, si hace parte del imaginario pues resisten las nociones básicas de su significado. 

El carácter de cambio también cobija al parlache, hoy nacen nuevas expresiones bajo la necesidad de nombrar la realidad y las nuevas formas de relacionamiento con el territorio, la tecnología y la comunicación. 

Viejas expresiones: bizcocho, langaruto, loliar, biato, coscorria; nuevas expresiones: león, mor, celuco………….

¿Quiénes parlan con parlache?

Por mucho tiempo el parlache marcó distinciones entre la juventud de los barrios populares y los jóvenes de las capas económicas altas, quienes no usaban la jerga de Medellín considerándola poco formal o como una falta a la educación. Hoy en día el parlache fluye entre las diversas poblaciones de la ciudad, popularizándose incluso afuera de Colombia a través de redes sociales, el reggaetón o películas como las de Víctor Gaviria.

Para Alexis, un joven de 17 años habitante del barrio Andalucía y practicante de stunt bike, (es una disciplina que realiza acrobacias o trucos en una bicicleta) quienes parlan el parlache son “los que manejan bicicleta, los que montan patineta y los que bailan”, que sin saber la definición de parlache hace parte de ellos y de sus interacciones entre amigos. Según Alexis, hay lugares en los que se usa y otros en los que no. “En un restaurante uno no va a hablar así porque lo mirarían feo, y pensarían: este es muy gato”. Es decir, se le estigmatizaría, pues el parlache está íntimamente relacionado con los barrios populares de la ciudad, y con una idea de inferioridad. 

Concluye Alexis que el parlache se habla cuando hay tranquilidad para conversar, es una práctica entre amigos. Fortalece la identidad de grupo y de los jóvenes de la ciudad, sigue siendo un lenguaje popular que difiere del lenguaje de los espacios formales, estrictos, y hace parte de la cultura popular.  Genera tensiones frente a una sociedad que le imprime al parlache una forma de comunicación errónea o una degradación del buen uso del lenguaje, marca lo alto y lo bajo, incluso dentro de los mismos barrios populares donde se asimila, a la vez que se regula, en los espacios como la casa, el colegio y el lugar de trabajo. 

¿Y las mujeres parlan con parlache?

Sí, las jóvenes, niñas y adultas usan expresiones de la jerga de Medellín en su vida cotidiana, pero para Michel y Laura, amigas y jóvenes de la Comuna 2, las mujeres que hablan con parlache son peor vistas, y a la pregunta si el parlache le pertenece más a los hombres, ellas responden que aunque las mujeres lo replican es a ellas a quien se les asigna un mayor estigma y se les corrige con más presión, bajo la idea de que “las niñas no hablan así”.

El parlache es una “papa caliente”, los jóvenes lo usan pero muchos no se reconocen en él, utilizan el parlache en una conversación y a la vez enuncian “pero yo no hablo así, los que los hacen son los pelaos de la esquina”. El parlache hace parte de lo común y pasa desapercibido porque está integrado en los imaginarios de barrio y ciudad, se desestima a la vez que se usa, se populariza en el extranjero y se castiga en la casa, ¿Será el parlache un lenguaje en disputa?

Glosario:

  • Gato: Se dice que hay que estar atento a no cruzarse con un gato negro, pues trae mala suerte. Pero de este tipo de gatos hay que cuidarse el doble: son gente astuta, con mucha calle. ¡Pilas, pues!
  • Mañé: Dícese de aquél o aquella que viste contrariamente a los estándares definidos arbitrariamente por las clases altas; no es una cuestión de altura (pues no viven arriba en la montaña), sino porque son gentes altamente prejuiciosas.
  • Paila: No es pa’ freir huevos sino más bien se usa cuando uno está enredado con un chicharrón: una situación difícil de solucionar. ¿No lo entendió? Paila.
  • Ñero: Ay, parcero, le dirán que usted es de bajo estrato, que tiene hábitos ‘mal vistos’, pero quédese tranquilo que usted es bien. ¿Sí me entendió, ‘compañero’?
  • Lámpara: De noche hace reflejo y brilla. De día, también. Es una persona que puede que le falten luces, pero siempre llama la atención.

Por Valentina Montoya Vallejo y Santiago Peluffo Soneyra

Este texto hace parte de la Edición 97 – Ser Joven. Para ver la edición completa haga clic aquí.

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