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Habitantes del Sinaí, sueños y resistencias

Pasando la carrera 52, frente la escuela La Rosa se encuentra el Sinaí, con sus casas de adobe y madera, calles de adoquín y tierra, niños, jóvenes y adultos reflejan en sus rostros la resistencia y unión por la defensa del territorio. Ese que le ha costado más de 60 años construir, constituido en su mayoría por personas desplazadas de todo el país, principalmente de la costa y de todas las regiones de Antioquia. Algunos de ellos recibieron sus viviendas en donación, otros tomaron el territorio por invasión y los demás compraron lotes para cimentar sus casas.

“En un principio a nosotros nos vendieron la idea de un asentamiento, pero no, eso era una propiedad de la finca El Copinol, de laboratorios Lister. Doña Nelly, la propietaria, entregó predios a madres cabeza de familia con todas las de la ley, con legalización, eso fue hace 60 años”. Cuenta Martha Mesa, presidenta de la Junta de Acción Comunal Santa Cruz Parte Baja y habitante del sector hace 29 años.

Pasados más de 30 años, Obras Públicas de Medellín facilitó el material para organizar las calles cercanas a la carretera, Martha Mesa gestionó electricidad, teléfonos públicos, programas de salud y otras necesidades de la comunidad.

Para ese entonces, las familias más tradicionales eran los Pineda, Monsalve y los Papero. “Nosotros teníamos esa parte cultural, de celebraciones de navidad, amor y amistad, día de madres, todo era muy bonito y salía del bolsillo de uno. Y todo eso es una añoranza porque eso ya no se ve”, Narra Martha.

En la temporada de venta de lotes, hace 13 años, llegó Teodolina Parra. “En esta cuadra fue donde yo llegué. Era la única casa, luego los ranchitos eran de madera, poquiticos, cada familia fue organizando sus ranchitos para hacer las casas diferentes… nosotros acá hemos vivimos de la caridad pública, porque nosotros no conocíamos a nadie, nosotros vivimos de lo que la gente le ayudó, con restos de madera y con lo que la economía nos alcanzara”.

Durante la historia existen varios momentos para resaltar. Uno de ellos tuvo lugar a eso de las cinco de la mañana, cuando las personas salían espantadas de sus casas hacia la calle. Las llamaradas de fuego advertían que el olor a gasolina que estaba esparcido por el río se había convertido en un gran incendio, que fácilmente podría acabar con sus vidas y pertenencias. El hecho ocurrió hace aproximadamente 29 años y por suerte no pasó a mayores.

Otro momento de impacto fue hace menos de treinta años, cuando una inundación sin precedentes obligó a la comunidad a desalojar sus casas, puesto que el agua pasó las seis o siete hiladas de abobe, que eran comunes para ese entonces, el río rebosaba completamente sus viviendas. Por desgracia, en el hecho perdió la vida un hombre de la familia de los Pineda de 38 años de edad.

Estela Narváez, nacida y criada en el sector, relata los dos hechos, vive en su casa hace 28 años, resalta que durante la inundación ella y su familia perdieron todo. Ellos tuvieron que pagar arriendo durante tres años hasta la recuperación total del territorio.

Pasada la oleada de invierno se recibía escombros para el relleno del río y así, prevenir nuevas inundaciones, hasta entrar aproximadamente doscientos metros en la corriente natural del agua. Algunas personas aprovecharon ese espacio para construir sus ranchos y casas, el alcantarillado tuvo que ser desviado para que todos contaran con el servicio del agua.

“Las inundaciones continuaron para los que se encuentran cerca de la carretera, puesto que el agua se entra por el lavadero, los sanitarios y el alcantarillado de la calle. Mientras que los que están en el borde del río no sufren esas inclemencias, aunque solo tienen una parte canalizada y la otra no. Ellos no han tenido ese problema hace mucho tiempo” narra Estela.

La temporada de guerra también representó unas de las situaciones más difíciles para los residentes del Sinaí. Las personas se apresuraban a casa cuando veían los muchachos y allí esperar la balacera que con seguridad se aproximaba; la policía acompañaba periódicamente los enfermos que debían pasar a la Unidad Hospitalaria Santa Cruz, porque las barreras invisibles advertían el riesgos de perder la vida; los niños dejaron de ir a la escuela porque las madres temían lo peor, de quinientos estudiantes inscritos solo cien regresaron después de las vacaciones de mitad de año, hace ya seis años atrás.

¿Y cómo olvidarlo? Ese mayo del 2011 cuando la Alcaldía de Medellín intentó desalojar a la comunidad durante una oleada de invierno, advirtiendo que el sector es de alto riesgo y que las familias obtendrían un recurso para el pago del arriendo en una casa en otro lugar de la ciudad. Cien familias salieron, tres regresaron.

El SIMPAD declaró el Sinaí como una zona en situación de vulnerabilidad según el Plan de Ordenamiento Territorial vigente para ese entonces. Adicional a eso, la  Administración de Alonso Salazar, en cumplimiento del llamado nacional por la ola invernal que azotó el territorio colombiano, ordenó el desalojo y demolición de las construcciones existentes en el lugar de la inundación ocurrida para aquel entonces.

La noticia fue apoyada por grandes medios de la ciudad, pues equipos como el ESMAD, la Policía y las fuerzas militares atendían los hechos, porque volquetas, grúas, bala, gasolina, llantas prendidas y heridos fueron comunes por esos días de caos y tristeza.

En la actualidad, los habitantes aún tienen muchas necesidades, sus habitantes evidencian el desconocimiento sobre la canalización del río, solicitan espacios para la recreación y el deporte, requieren la pavimentación de las calles, la legalización de las viviendas y la conexión legal de los servicios públicos. Algunas casas tienen cédula catastral y muchos pagan impuestos, pero ninguno puede aplicar a subsidio de vivienda, porque sus hogares se encuentran en zona de alto riesgo.

“Hace algún tiempo estuvieron haciendo estudios porque era un hecho que por el sector atravesaría una de las variantes de la carretera, que viene por la parte baja del Playón y que ahora aplicaría para el puente de la Madre Laura” Expresa Estela.

Pese a esa alarma constante de necesitar el espacio para obras y para la defensa de sus derechos, algunos ciudadanos constituyeron la Veeduría Ciudadana y más recientemente surge el Centro de Escucha, que busca atender el consumo de sustancias alucinógenas en los jóvenes del sector.

Antonio Ochoa, nómada defensor de derechos humanos llegó al Sinaí el 25 de mayo del 2011, pertenece a la Confederación General de Trabajo, sueña con un condominio con acceso para toda la comunidad, espacios para el deporte y la recreación, edificios de 3 o 4 pisos, y viviendas de interés social o de interés prioritario. Todo con el objetivo de garantizar un mejor vivir para una comunidad con múltiples necesidades.

Vivir en el Sinaí trae muchos beneficios, la tranquilidad, la iglesia, unidad hospitalaria, la escuela, el metro, la carnicería, la legumbrería y múltiples posibilidades de transporte, son algunos de ellos.

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