“Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.”
2 Corintos 8: 9
Quien conoce y ha tenido la oportunidad de sentarse a hablar con el padre Federico Carrasquilla sabe que no le gusta comer solo y que siempre que tiene la oportunidad invita a compartir su mesa. Su conversación es agradable y coherente, a pesar de que es un hombre entrado en años. Tres cosas no pueden faltar en ella: un buen chiste, la explicación de su pensamiento sobre los pobres y las anécdotas de su vida, especialmente las vividas en el Popular.
A ese lugar llegó en el año 1968 con la eterna pregunta: ¿por qué Jesucristo decidió ser pobre? Para entonces el Popular era una zona que se extendía a lo largo y ancho de la parte nororiental de Medellín. El lugar que muchos años después, por disposición del ordenamiento territorial de la ciudad, repartiría sus territorios en las comunas conocidas hoy como Popular y Santa Cruz.
Llegó sin nada, con ganas de descubrir y aprender de quienes vivían en esa zona de la ciudad, en su mayoría campesinos de otros lugares del departamento quienes arrojados por la violencia en la que estaba sumergido el país en los años 50, venían a la capital a tratar de vivir mejor.
Con ellos se encontró con los ranchitos que habían logrado construir, los escasos caminos que habían podido abrir en medio de la montaña, una pequeña caseta donde oficiar la misa y el constante hostigamiento de los carabineros, la Policía de aquella época, pues los terrenos que estaban ocupando tenían dueño.
Allí se instaló y solo salió 18 años después, por disposición de sus superiores en la Iglesia y en medio de una manifestación de feligreses que lo acompañó entre llantos a su nueva parroquia.
“Yo no hice nada”
“Si usted le pregunta al padre Federico le dice que él no hizo nada”. Esta es una expresión de Martín, uno de los habitantes del barrio Popular que tuvo la oportunidad de compartir con el párroco durante el tiempo en el que este permaneció en ese territorio.
Federico, en su jocosa forma de referirse a las cosas lo ratifica. “En el Popular me echan el muerto de todo: yo abrí caminos, hice las calles. Pero yo no hice nada, todo lo hizo la gente”.
Pero de anécdotas está llena la historia del Popular y difícilmente en algunas de ellas se libra de ser mencionado como el director de la orquesta que ayudó a configurar los barrios que hoy habitan más de 500 mil personas.
“Cuando él vino aquí no había nada”, agrega Martín a su relato. Una de las primeras construcciones fue la iglesia, pues para entonces la misa se hacía en una casetica construida por una familia del barrio. La oficiaba Vicente Mejía, el párroco de la Iglesia de Villa del Socorro, un barrio cercano a donde la Administración Municipal de la época había mandado a los pobres que llegaban a la ciudad, cuando estos comenzaron a convertirse en un problema para los intereses de quienes proyectaban el desarrollo en el centro de Medellín.
Por esos tiempos Federico conocía el trabajo del padre Vicente, pero no se había involucrado con él. Fue tiempo después, cuando este fue trasladado, que Federico pidió al Arzobispo que le permitiera realizar su labor sacerdotal en el lugar donde el anterior párroco había iniciado su trabajo con los pobres. La continuó siendo fiel a la idea de que el pobre es el modelo de persona que quien se dice cristiano debe seguir. Con esta idea, revolucionaria por demás en una sociedad que entiende la pobreza como un problema que hay que eliminar, ha orientado su trabajo. “La sociedad tiene un concepto completamente errado del pueblo y del pobre, que es ignorante, que no puede. El pueblo de tonto no tiene nada, es astuto, creativo, jodido, solo dele las maneras.”
Desde su llegada al Popular se instaló en una pieza pequeña que le prestó una familia. Recuerda que al mes de estar allí decidió buscar trabajo, pues no concebía la idea de vivir mejor que la gente. Desde entonces su trabajo consistió en ayudar a que la comunidad accediera a su derecho de tener vivienda, quizá la necesidad más importante que para él debían satisfacer los pobres.
Para los años 70 los tugurios comenzaron a ser reemplazados por casas de material. “La gente lo que hacía era un tugurio más o menos grandecito y por dentro empezaban a hacer unos muros, a construir y nadie se daba cuenta. Cuando ya la pieza estaba echa tumbaban el tugurio y le ponían techo. Eso era pa’ quebrarse de risa porque ibas por un senderito y al otro día pasabas por ahí y ya había una casa de material”, cuenta Federico.
La gestión del párroco se hizo especialmente importante en ese momento de la historia. Con la colaboración de personas del barrio promovió la creación de una cooperativa de vivienda desde la cual facilitaba materiales y recursos para que la comunidad pudiera iniciar o terminar la construcción de sus casas. Esto, pese a que la mayoría no contaba con escrituras de las propiedades. De hecho, aún hoy algunos solo poseen documentos de compraventa.
Después de varios años trabajando con la comunidad del Popular, Federico Carrasquilla fue trasladado al Playón de los Comuneros, en la Comuna 2. Llegó en 1988, pero no como párroco sino como un líder que siguió trabajando por acompañar a los pobres y facilitarles los medios para que suplieran algunas de sus necesidades, especialmente de vivienda.
Descansa en paz fiel seguidor de Jesús y amigo de los pobres, desde Quito, Ecuador