Desde la Corporación Mi Comuna en alianza con la Corporación Las Sabinas, la Universidad de Antioquia y el Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín se implementó durante el 2023 un espacio de formación denominado Laboratorio de Equidad, donde participaron niñas y adolescentes habitantes de los barrios La Frontera, Pablo VI, el Playón de los Comuneros y Las Vegas en la Comuna 2.
En este espacio se preguntó a las participantes: como mujeres, ¿Qué cosas queremos cambiar del mundo?, y nos encontramos ante respuestas que invitan a reflexionar sobre las necesidades que compartimos para materializar las formas como queremos habitar nuestro cuerpo, casa, barrio y ciudad.
Algunas de las transformaciones que las niñas y adolescentes nombraron fueron:
- Que se den cuenta que todas las personas podemos vestirnos como nos sintamos cómodas y merecemos ser respetadas.
- Que cambien la forma en que nos traten o se refieran a las mujeres.
- Que tengamos acceso a todos nuestros derechos.
- No ser tratadas como juguetes sexuales.
- Ser aceptadas como somos, ser valoradas y respetadas por ello.
- Que no nos maten por ser mujeres.
- Que todo acceso a mi cuerpo sea consentido.
- Que no nos violenten.
- Que no nos juzguen por nuestra apariencia.
- Que nos traten por igual independientemente de si son ellos quienes traen el dinero a la casa.
- Tener más tiempo libre.
- Tener una casa con jardín.
- Que nos enseñen a defendernos en la escuela.
- Que no nos sintamos inseguras en la calle.
- Que podamos viajar solas.
- Poder decir lo que pienso.
- Hacer los mismos trabajos de los hombres sin ser juzgadas.
- Tener las mismas oportunidades.
Estos deseos dejan en evidencia necesidades cotidianas que remiten principalmente a la calidad, cantidad, accesibilidad y seguridad de los espacios públicos y privados para las niñas y mujeres. Las niñas y adolescentes son parte importante de nuestra ciudad, y de nuestros barrios, ellas reconocen su realidad y desean una transformación de sus territorios poniendo en evidencia como en su propia experiencia reconocen las violencias que atraviesan los diferentes espacios que habitan.
Sobresalen en sus respuestas el reconocimiento de la necesidad de seguridad, evidenciando problemáticas como el acoso callejero y la hipersexualización de las niñas y mujeres como barreras para el disfrute y aprovechamiento de los espacios tanto en lo público como lo privado. Lo que sumado a expresiones de deseos como “tiempo libre” – “casa con jardín” – “viajar solas” o “hacer los mismos trabajos que los hombres” nos deja ver que también las niñas y adolescentes ejercen sus propias luchas por el derecho a la ciudad de las mujeres.
Desde sus propias experiencias las niñas reconocen como las mujeres hemos sufrido múltiples formas de violencia psicológica, verbal, física, sexual, simbólica y patrimonial; tanto en las calles, espacios de trabajo, instituciones educativas, transporte público, como en nuestros propios hogares; alertando la necesidad de abordar estas problemáticas desde su dimensión más cotidiana, pues, ¿si el hogar y el barrio no son lugares seguros para las niñas como podría serlo la ciudad misma?
Desde diferentes espacios, las mujeres hemos apostado por denunciar las violencias basadas en el género como limitantes para el derecho a la ciudad, exponiendo afectaciones como miedo, incomodidad e incluso cambios en las acciones cotidianas que nos implican rutas más complejas de desplazamiento en respuesta a la necesidad de evitar lugares y transportes públicos que no nos proporcionan condiciones de seguridad. Las mujeres y niñas seguimos siendo semillas floreciendo en las calles, llevando nuestras voces cada vez con más fuerza,
para la construcción de un modelo de ciudad distinto, despatriarcalizado, seguro, incluyente y accesible.
Incidimos con acciones de resistencia, resiliencia, liderazgo comunitario y resguardo de nuestros patrimonios populares. En toda la ciudad encontramos ejemplos de estas acciones desde el arte y la cultura, como herramienta para la visibilización de estas luchas. En este sentido, el mural “el jardín de cuidanderas” ubicado en el barrio 12 de octubre que visibiliza y reivindica las labores de cuidado que históricamente han desarrollado las mujeres como aportes importantes a la construcción de ciudad, al tiempo, da muestra de la importancia de
como la sororidad potencia el trabajo colectivo.
Específicamente en la Comuna 2 se reconocen apuestas por la democratización, accesibilidad y reconocimiento de la diversidad funcional y de género que han permanecido en los territorios. Un ejemplo de ello, son los diferentes procesos que han gestado las mujeres como la Corporación las Sabinas siendo un espacio de encuentro entre mujeres y niñas para tejer ideas sino también las mujeres adultas y adultas mayores logrando así un compartir experiencias intergeneracionales con otras mujeres generando reflexiones y análisis que les permite reconocer y cuestionar sus lugares de mundo.
Encontramos también la experiencia de la colectiva Mujeres Sembradoras de Sueños que genera espacios formativos para que las mujeres y niñas logren tener una consciencia y una participación política alrededor de la construcción de un bienestar colectivo en sus dimensiones social, política y ambiental.
También desde la construcción de memoria en la comuna 2 existen múltiples historias que han sido referencias en este medio comunitario recuperando relatos de mujeres que han aportado a la construcción y defensa del territorio este es el caso de doña Abelisa Padierna, de doña Luz Marina Toro y de doña Teresa Arbeláez, mujeres que han habitado los barrios desde los años 60’s y llevan construyendo caminos llenos de historias desde sus narrativas como lideresas defensoras de los DDHH y desde sus diferentes obras poéticas escritas.
Otra de las mujeres que han aportado en la construcción de memoria en el territorio es la historia del mural construido por “Capiz”, una artista de la comuna que junto con su pareja decidieron plasmar el oficio de modistería en uno de los muros de la cuadra de su barrio parecido al de doña Angelica López Galeano una mujer que ha habitado la comuna desde 1961 laborando igualmente en el oficio de modistería el cual le fue delegado por su fallecido hermano.
Todas estas historias nos permiten entender como las mujeres desde diferentes apuestas políticas locales han logrado aportar reflexiones sobre una lucha común por habitar el territorio con seguridad, dignidad y disfrute, protegiendo la memoria de las mujeres y sus aportes en la construcción del barrio, como patrimonio de un barrio que no sería posible que existiera sin las contribuciones de ellas.
En este momento, la zona nororiental enfrenta un momento coyuntural a partir de las intervenciones proyectadas como parte del proyecto Parques del rio Norte, lo que conlleva la necesidad de pensar y repensar la participación que como habitantes tenemos en la planeación y ejecución de estos proyectos, así como la incidencia en la defensa de nuestro territorio, una defensa que no puede ser sin la voz de las mujeres y las niñas.
En este sentido, aunque reconocemos que la intervención urbana en Medellín ha representado avances para el acceso de las mujeres a sus derechos, específicamente, en la iluminación en los espacios públicos, ampliación de vías de transporte y proyectos de vivienda de interés social, que han impactado de forma diferenciada la calidad de vida de las mujeres y niñas, incidiendo en las condiciones de seguridad; también visibilizamos como las mujeres continuamos teniendo barreras para el acceso y disfrute atravesadas no solo por nuestro genero sino también por nuestra diversidad, afectando mayoritariamente a mujeres negras, indígenas, lesbianas, trans, populares y en condiciones de precariedad economica.
Frente a ello aparecen preguntas como: ¿Qué estamos haciendo para que estos deseos nombrados por las niñas y adolescentes sean realidad?; ¿Cómo visibilizar estas voces que han sido olvidadas?;¿Cómo podemos nutrir con la voz de las niñas la agenda política de la zona nororiental?
No pretendo con este articulo ofrecer respuestas, sino más bien abrir estos interrogantes como invitación a continuar la reflexión conjunta y a impulsar procesos de formación, participación e incidencia, permitiendo que sea a través de la educación y el arte que se consoliden las ideas que nos suscita el querer cambiar y por tanto mejorar elementos que conforman la realidad social.
Entiendo el Laboratorio de Equidad como una contribución en esta vía, que espero se multiplique en apuestas por la generación de espacios seguros de formación, reflexión y pedagogía critico-política donde las niñas y adolescentes puedan experimentar y explorar que es eso de ser mujer y que implicaciones, responsabilidades y compromisos se deben asumir ya que se considera que es desde sus diferentes voces que se puede lograr que este tan valioso contenido que emerge de este espacio y de muchos otros llegue a todos los lugares y a
todas las personas con mucha más fuerza para que sean escuchadas.
Por ello, como mujer jóven pero también como mujer académicas de las ciencias sociales y mujer que habita la ciudad, concluyo que, más allá de la infraestructura las mujeres demandamos la urgencia de cambios culturales, educación y políticas públicas efectivas para el cuidado, la economía, la salud, la seguridad y la participación de las mujeres y niñas en donde se reconozca y reivindique el papel que hemos tenido históricamente en el
sostenimiento del tejido social y que seguimos teniendo en la apuesta por nuestros sueños de una ciudad diferente, que podamos disfrutar con plenitud, todas.