Los viajes de mi viejos me fueron enseñados, y continuarlos era mi trabajo, casi siempre largos y agotadores me destinaban un buen presagio, pero hace un tiempo que no abro las alas por esos lares. He cambiado de paisajes, aquí los olores son diferentes, la vida, y los árboles son otros, estos últimos más bien pocos. Las hierbas y las canciones me fueron extrañas, sobre todo el volumen con que las escuchan. Me he quedado en un lugar porque ya no encontré el mío, pero nunca olvido cuál era mi destino.
Algunos vecinos piensan que soy un gallinazo, otros me llaman ave de pantano y otros Ibis Negro, son los nombres que me han dado. Hace mucho tiempo fui la inspiración del dios Thot del antiguo Egipto, ellos me adoraban y me relacionaban con la luna, la sabiduría, la escritura, y la música, como ves yo soy un pájaro de anécdotas, bello, de un cuello y pico largo que me ayuda a escarbar, de un color negro vivo, aunque algunos primos son grises, blancos e incluso escarlatas. Me desplazo una vez al año porque soy viajero, y encuentras a los míos en diferentes países de Latinoamérica, cuando migro busco ecosistemas favorables para dormir y alimentarme, pero a causa del desbalance ambiental la pérdida de mi hábitat y los daños que generan quienes me han adorado y dado mi nombre, tuve que buscar un nuevo hogar y aunque en el campo prefiero estar, en la ciudad me llegué a quedar.
Texto y foto bordado por Valentina Montoya Vallejo
Este texto hace parte de la Edición 98 – Hagamos un acuerdo, ¡Cuidemos la Vida!
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