Caminamos el barrio Moravia de la mano de sus líderes comunitarios; cómo la transformación social del antiguo basurero de Medellín hizo que hoy sea visitado por personas de todo el mundo; cuáles son los riesgos del fenómeno turístico en un barrio popular.
«Cuidado con los turistas», le dice la madre a su hija al cruzar el angosto puente sobre la quebrada Bermejala en el barrio Moravia. Quienes interrumpen el paso no son turistas ni mucho menos extranjeros, sino un grupo de líderes y trabajadores comunitarios que realizan un recorrido y de cierta forma son también ‘vecinos’ de la Nororiental.
Pero, a los ojos del habitante de Moravia, a menudo sucede que los rostros desconocidos, sean de Medellín, de otras partes de Colombia, o de otro país, son todos sencillamente turistas.
“Aquí viene gente de todas partes del mundo”, dice Arbey, “desde turistas, académicos, empresarios, líderes comunitarios, servidores públicos…”. Arbey Gómez es habitante y gestor cultural de Moravia. Hace parte del colectivo Tricilab, un proyecto cultural que promueve la cultura viva comunitaria en el barrio.
¿Qué es lo que tanta gente viene a ver a Moravia?, le preguntamos. “La transformación social… Realmente fue un hito histórico cómo Moravia pasa de ser un vertedero de basura a un barrio consolidado”, resume Arbey, sentado a la sombra de un árbol en la acera, al frente de la Fundación Oasis Urbano.
Entre los años 60 y hasta 1984 fue un vertedero de basura a la par que se formaba como tugurio. Hoy día es barrio popular y destino turístico de paisas, colombianos y extranjeros. Pero, en el medio, se fue consolidando un proceso barrial y comunitario gracias a una suma infinita de voluntades para luchar por una vida digna en este barrio estratégicamente ubicado casi en el centro de Medellín, en el que en los próximos años se van a intervenir 22 unidades de ‘actuación urbanística’, transformando radicalmente el barrio.
Urbanismo social
“Metámosle más ‘urbanismo social’ a la zona norte”, es la frase que Arbey y otros líderes comunitarios comenzaron a escuchar hace muchos años, cuando entre las administraciones de Sergio Fajardo (2004-2007), Alonso Salazar (2008-2012) y Aníbal Gaviria (2012-2015) se construyeron el Centro Cultural, viviendas de interés social y el Jardín comunitario respectivamente.
«Bajo concepciones estéticas y de control, la intervención urbana institucional buscó mejoramientos barriales que permitieran su regularización jurídica, la instalación de los servicios públicos y la adecuación de alojamientos y vías de comunicación. Pero, por la ineficacia estatal, estas medidas no fueron lo suficientemente integrales y terminaron afectando a los sectores populares», concluye el historiador de la Universidad de Antioquia Gustavo Andrés Álzate Quintero en su artículo «Intervención urbana en el antiguo Basurero Municipal de Medellín».
Sin embargo, el modelo de transformación de Moravia ya se había instalado en el imaginario de ciudad. Y en una Medellín que se promociona a sí misma como la ciudad de la innovación, los barrios también debían ‘innovar’.
Turismo comunitario: beneficios y desafíos
En los últimos años, de la mano de esta transformación surgió un fenómeno llamado ‘Turismo comunitario’: recorridos urbanos para entender la historia de Moravia a través de sus murales, sus calles, callejones y su gente.
Pero, ¿es realmente comunitario?, ¿Qué beneficios y qué problemáticas se generaron?
“Sí trae beneficios: muchas organizaciones contemplan el turismo comunitario como un servicio; genera un reconocimiento, visibilidad y también un recurso”, dice Arbey, pero enseguida aclara que también se presentan múltiples desafíos.
El representante de Tricilab percibe una homogeneización del discurso en los recorridos, donde la historia que se cuenta no es reflejo de lo que se vive día a día en el barrio; también cierta ‘re-victimización’ del vecino que vivió en contextos de pobreza y cierta preocupación de que con el turismo se pierdan los ejercicios de memoria.
“El turismo distorsiona la historia, la acomoda para que suene más trágica o más linda… es lo atractivo para gente de todo el mundo, quieren saber cómo hacía la gente para vivir en un basurero”, alerta Arbey.
¿Cuál es el equilibrio entre generar conciencia y tergiversar la historia? “A los que quieren venir a conocer, yo les digo ‘Vamos a caminar el barrio; para mí, es sentarme con personas a conversar y acercarlas al proceso comunitario mientras tomamos polita.”
Por Santiago Peluffo Soneyra
Fotografías Archivo Corporación Mi Comuna
Este texto hace parte de la Edición 98 – Hagamos un acuerdo, ¡Cuidemos la Vida!
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