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Juventudes populares: memorias de resistencias y acción colectiva en la Nororiental

En los últimos 50 años, Medellín ha pasado por profundas crisis políticas, económicas, sociales y culturales que han afectado de manera diferencial los barrios populares. Durante los años 80 y 90 del siglo pasado las violencias derivadas de la “guerra sucia”, el narcotráfico y la urbanización del conflicto armado situaron a las juventudes en el centro de las preocupaciones de las organizaciones de la sociedad civil, el gobierno nacional y local. El sicariato, las milicias, las cooperativas privadas de seguridad y hasta la misma fuerza pública hicieron de la periferia urbana su retaguardia de reclutamiento e instrumentalización de las juventudes. Desde entonces, las miradas sobre las y los jóvenes han oscilado entre perspectivas que van desde la seguridad, pasan por la convivencia y transitan hacia el reconocimiento de las juventudes como sujetos de resistencia y transformación social. 

Desde los años 80, en la “Comuna Nororiental”, en los barrios de calles altivas, callejones estrechos, casitas asomadas en la ladera, bullicios de mercado, músicas de tango, salsa, punk, rock y canción social, han surgido varias generaciones juveniles que han construido proyectos alternativos de vida y han potenciado procesos organizativos ligados al desarrollo local, la convivencia, el arte, la cultura y la participación política. Fue en los años 1990 cuando organizaciones sociales y comunitarias como la Corporación Con-Vivamos (Corporación Centro Con-Vivir hasta 1996), la Corporación Cultural Nuestra Gente, La Corporación Barrio Comparsa, la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ), el Instituto Popular de Capacitación (IPC), la Corporación Región, entre otras, comenzaron a motivar en esta zona de la ciudad diferentes procesos juveniles. Se destacan iniciativas como las “Casas Juveniles”, la Asociación de Grupos Juveniles “Palabra y Acción” y el “Comité Operativo Juvenil”. En esta época, las y los jóvenes populares se vincularon a procesos de ciudad como la Red Paisa Joven, la Escuela de Animación Juvenil, La Red Juvenil de Medellín, la Red sobre empleo juvenil, la Red de concertación de las Políticas de Juventud, que impulsaron la discusión de la Política Pública de juventud, la creación de la Oficina de la Juventud en la ciudad de Medellín y la dinamización del Consejo Municipal de Juventud (CMJ).

En los años 2000, a pesar de estos esfuerzos desde las comunidades, las resistencias de las juventudes, el proceso de desmovilización paramilitar que se dio en el 2003 con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y la gestación de políticas territoriales como el programa Medellín Ciudad Joven (2004) y el Plan Estratégico de Desarrollo Juvenil (2006); las violencias mutaron y permanecieron problemáticas tales como el empobrecimiento, la exclusión y la falta de garantías para los derechos humanos de las juventudes. Por mencionar sólo una referencia, para el 2002 hacían presencia en la Nororiental unos 30 grupos armados ilegales que estaban confrontados por el control de territorio, la economía ilegal, la coacción social y atentaban contra la vida y la dinámica de las expresiones juveniles. 

Como respuesta a lo anterior, una vez más las juventudes de la Nororiental levantaron su mirada, juntaron las manos y decidieron fortalecer los procesos organizativos. Están en la memoria popular procesos juveniles como la Articulación Juvenil, la Red de Jóvenes Sin Fronteras de la Comuna 2 Santa Cruz, Parche 3 de la Comuna 3 Manrique y la Escuela de Animación Juvenil- Red Sinergia en la Comuna 4 Aranjuez. Estas iniciativas desarrollaron procesos de educación popular, realizaron “lunadas juveniles” para romper las barreras invisibles del conflicto y participaron en escenarios políticos como la Plataforma Zonal Juvenil, el Presupuesto Participativo Joven, el Consejo Municipal de Juventud y la Escuela Popular de Liderazgo, la Plataforma Colombiana por el protagonismo de la niñez y la juventud, la Mesa Ampliada Nacional Estudiantil (MANE), la Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos. 

La última década estuvo marcada por los procesos de movilización nacional por la paz y los retos propios de la persistencia de las violencias y el asesinato sistemático de liderazgos sociales y comunitarios. En 2013 entró en vigor el Estatuto de Ciudadanía Juvenil a nivel nacional, en 2014 entra en vigencia la Política Pública de Juventud en la ciudad y desde el 2016 se retomaron proyectos de fortalecimiento organizativo territorial desde el gobierno municipal. Esta fuerza y diversidad juvenil se ha visto reflejada en la creación y consolidación de medios de comunicación comunitaria, así como en el desarrollo de acciones colectivas como el Festival Zonal Juvenil, el Festival Imagine, la Fiesta Comunitaria del Libro la Montaña Mágica y la reciente Alianza de Soberanías Alimentarias Populares (SAP), entre otras. Arte, cultura, educación, investigación, comunicación, paz, antimilitarismo, feminismo, género, diversidad, identidad, memorias, soberanía alimentaria, medio ambiente y participación… son algunas de las palabras que representan las reivindicaciones y agendas políticas juveniles del momento.   

A partir de este breve recorrido se puede afirmar que la Nororiental ha sido cuna de movimientos populares juveniles que han resistido a la guerra urbana y han construido iniciativas de paz, convivencia y transformación social. Las y los jóvenes han tejido alternativas de vida desde el arte, la cultura, la comunicación, la organización y la participación juvenil. En este caminar, los procesos de educación popular han sido esenciales para el fortalecimiento de liderazgos juveniles. A su vez, la organización juvenil ha sorteado la institucionalización de la participación comunitaria, manteniendo vigentes sus repertorios de acción colectiva, juntando las diferentes iniciativas en torno a las necesidades más sentidas del territorio. Por esto es relevante hacer memoria y traer al presente los aprendizajes de años de historia juvenil, con el propósito de retroalimentar la acción colectiva en el presente y poder alentar horizontes que permitan hacerle frente tanto a la crisis y los impactos de la pandemia, como reafirmar las utopías juveniles de vida digna, paz, equidad y justicia social.

Por Edward Alexander Niño
Corporación Con-Vivamos

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